El otro Sant Jordi
La rosa me miró con pétalos interrogantes. Cuando acerqué mi nariz para olerle la corola dialipétala, la flor estornudó salpicándome la cara de savia. Durante unos segundos nos miramos fijamente. Ella mis ojos negros, Yo sus pétalos rojos. Ella amenazante y defensiva, Yo sorprendida. Al tiempo sacó sus aguijones del tallo erecto pinchándome los dedos índice y pulgar. Yo increpé un gritito estúpido de dolor. Ella se asusto. Se erizaron sus hojas y hasta noté que levemente palidecieron sus rojos pétalos. Escondió entonces sus espinas. Dejé de presionar su tallo ... Me miró complaciente, la miré seductora y así estuvimos unos minutos. Posteriormente, con ternura, la metí en un florerillo con agua y una aspirina. Ahora más relajada, se inclinó hacía un lado buscando la complicidad de las espigas. Como un reo, espera resignada el día del “jardin final”.
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Etiquetas: cuentos