काबुल, १६:४५ horas

KABUL, 16:48 horas.

Una mano fría se introdujo por debajo del Burka. El espanto fue tal que no pudo gritar, que era lo que hubiera ansiado. Se quedó paralizada, muda. Cuando la voz reapareció, las extrañas manos ya le rodeaban la cintura con una ternura espeluznante. Esto calmó su temor. Respiró profundamente para recuperar la calma.Se acordó entonces que aquella mañana, en la huída, había prescindido de la ropa interior. Este pensamiento le provocó una sacudida en el vientre y la espalada.
Las confiadas manos retomaron su expedición. Eran manos delicadas, suaves y templadas... femeninas, pensó... esto último la sedujo. Lentamente acariciaron su talle, sus vientre, sus piernas. El temor dio paso a la calma, la calma al estremecimiento, el estremecimiento a un dulce placer. De pronto sintió adherido a su cuerpo un cuerpo igual al suyo. Igualmente desnudo. Alguien había atravesado los límites de lo insospechado y se había colado por debajo del Burka. No se atrevió a girarse. Las manos, ahora más acomodadas, acariciaron su cuello, su espalda, sus pezones... con un cálido masaje exploraron la moralidad de todo su cuerpo...

Sus ojos se entornaron.
Su piernas se entreabrieron.
Las respiraciones se agitaron.
Las lenguas se humedecieron.

..

Una explosión de placer hizo emerger un suspiro ahogado por la vergüenza। Esto provocó las miradas del resto de mujeres situadas en hilera. ¿Te encuentras bien, Habiba? La voz de su hermana mayor la hizo despertar. Levemente aturdida retomó el paso ligero de las otras mujeres que como ella huían de la guerra, la pobreza y la humillación hacía Pakistán.

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“Me podrán quitar la libertad de exhibir mi rostro,
Me podrán quitar la libertad de reírme
Me podrán quitar la libertad de salir a la calle
Podrán quitarme todos mis derechos como mujer, como persona.
Condenarme a la miseria
Violar todos mis derechos
Humillarme,
Podrán lapidarme”...
pero la libertad de sentir y soñar, eso nunca me lo podrán robar”.

Habiba esbozó una amarga e invisible sonrisa.

El grito silenciado
Por Ana Tortajada. Esta escritora junto a otras dos mujeres estuvieron durante cuatro días enfundadas en sus respectivos burka, recorrieron Afganistán para contar el drama que se vive en este país. "La burka es talla única, te presiona terriblemente en la cabeza, no ves el suelo que pisas y pierdes el sentido de la orientación. Para andar tienes que seguir a alguien", contaban a su regreso a España. "Por favor, cuando llegues a tu país, cuéntalo", les pidieron varias mujeres afganas una y otra vez.

Campo de Refugiados de Jalozai
Así se malvive en un campo de refugiados.