26 de septiembre de 2006

Despedida de La Voz

Subiste derrotada a aquel autobús perezoso y oxidado que lentamente recorría las calles empedradas de París. Yo sentada enfrente, te conocí inmediatamente pese a tu aspecto decadente. Seducida no puede dejar de mirarte ni un solo instante.

Un pañuelo violeta envolvía tu cabeza. Unas enormes gafas negras de montura ancha ocultaban tus ojos miopes y parte de tu cara, esa cara de belleza surrealista y efímera .

Bajo un largo abrigo de pieles, ocultabas la figura de aquella niña fea y regordeta que el éxito convirtiera un día en una mujer delgada, glamurosa y de elegancia impecable.
Esa mujer que a base de constancia y triunfos conquistados reemplazó a la adolescente modesta por una mujer exigente y arrogante. Esa arrogancia que solo les esta permitida a las Divas.

Cuando el autobús pasó por la suntuosa puerta del Teatro de L’Opera, las gafas se te empañaron de lágrimas ácidas. Recuerdos de noches de gloria que hoy saben a azufre.

¿Dónde están los aplausos? ¿Dónde las ovaciones del público entregado? ¿Dónde la rendición de los escenarios? ¿Dónde la admiración de los discrepantes? ¿Dónde la pasión de los amantes? ... ¡ Qué lejos suenan en este autobús las olas de la Playa de Skorpios !

No pudiste contener el llanto, escuchaba tus suspiros cada vez más hondos...
En ese momento el autobús, como si percibiera tu dolencia, hizo un movimiento brusco que nos hizo agarrar con fuerza a las barras de los asientos.

Levantaste la cabeza, creí que me mirabas, pero estabas ausente.
Dos grandes lágrimas rodaron por tus mejillas haciendo un surco en el alborotado maquillaje.
Te mire con los ojos aguados, quise decirte que sentía por ti compasión, que podía ser tu cómplice, que vinieras a mi casa... pero igual que a ti en tus últimas actuaciones, la voz me tembló y no pude articular palabra.

En la Avenue Georges Mandel, se detuvo el autobús unos minutos más de lo habitual, esperando que una mujer cabizbaja, deprimida y melancólica, se apeara.

Prima Donna, te sumergiste en tu apartamento y a base de pastillas y alcohol enmudeciste tu dolor, callaste a Norma, Tosca, La Traviata, Isolda, Lucia di Lammermoor... y mientras en tus brazos mecías a Toy, como si del hijo que nunca tuviste se tratara, le susurrabas en la oreja: Tutta e finita sulla terra per noi?

Con sobredosis de tranquilizantes ves caer el telón.
Finaliza para ti el último acto. Desde el palco te mira de reojo una Renata Tebaldi sonriente mientras Toy ladra.

El tocadiscos reproduce un momento estelar de Aida, cierro los ojos y veo a La Callas espléndida, dramática, Diva ... viva .... ¡ Qué momento !

“Cuando la leyenda se vuelve demasiado grande la persona viva solo molesta”


Notas:

María Callas falleció en París el 16 de septiembre de 1977, según la versión oficial, de un ataque al corazón en su piso parisino. En 1979 sus cenizas fueron esparcidas por el mar Egeo.

David Bret sostiene que la Diva tenía la obsesión de seducir y “rescatar “ homosexuales. Así intentó en vano enamorar a Leonard Bernstein, Luchino Visconti, Franco Zeffirelli y Pier Paolo Pasolini, convencida, según Bret, de que ningún homosexual podría resistir su amor.


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2 comentarios:

Anonymous Anónimo ha dicho...

ufff qué intensidad ¡¡¡ muy bueno.

10:31 a. m.  
Anonymous Anónimo ha dicho...

bravo, bravo... bravísimo.
Qué bonito.
Besos

3:52 p. m.  

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