8 de enero de 2007

Frida Kahlo y Dorothy Hole

La mañana del 21 de octubre de 1938 la ciudad neoyorquina amanece consternada con la noticia del suicidio de Dorothy Hale. Hale era una joven actriz cabaretera casada con un adinerado caballero. Acostumbrada a la vida de lujo y lujuria que su marido le había costeado, al quedarse viuda se ve incapaz de hacer frente a todas las deudas contraidas y decide buscar ayuda. En su intento por salvar sus propiedades acude a su amiga Clare Boothe, dueña de la revista Vainita Fair. Ésta le prepara una cita con el influyente Bernard Buruch, con el objetivo de obtener un contrato para la actriz, pero lo único que obtiene es un cheque de 1.000 dólares para que se comprara el mejor vestido de Nueva York.
El día 20 de octubre Dorothy invitó a todas sus amistades a una fiesta de despedida en el Hampshire House, un lujoso hotel neoyorkino. Ella estrenaba un caro y elegante vestido. A las seis de la mañana Dorothy saltaba al vacío con su vestido nuevo.
Frida Kahlo, muy impresionada con la muerte de la actriz, le comunica Clare Boothe su deseo de pintar un cuadro en recuerdo de la actriz. Clare le propone a Frida comprarselo estuviera acabado para regalárselo a la madre de la difunta.
Fresca y delicada, Dorothy Hale aparece en el cuadro en los tres momentos de su suicidio: cuando se tira de la ventana, cayendo enredada entre esponjosas nubes y tendida en el suelo sangrando.
Una vez más la imagen se apropia del marco y tanto el cielo como las salpicaduras de sangre de la mujer muerta sobrepasan el lienzo para acercarse más al espectador.
Frida puso especial cuidado en inmortalizarla con el atuendo que ella misma escogió para su despedida y escribió con todo el mimo posible la inscripción conmemorativa que no puede faltar en ningún exvoto: «En la ciudad de Nueva York el día 21 del mes de octubre de 1938, a las seis de la mañana, se suicidó la señora DOROTHY HALE tirándose desde una ventana muy álta (sic.) del edificio Hampshire House [a continuación, una mancha de sangre que gotea]. En su recuerdo, [un borrón sobrepintado por la propia Clare Boothe para borrar la referencia a que fue ella quien lo encargó] éste retablo, habiéndolo ejecutado FRIDA KAHLO.»

Era algo muy propio de Frida: había pintado lo trágico de la existencia de la actriz, cristalizando en el cuadro la angustia que debió preceder a esa decisión de suicidio y el paso al acto concreto. Un fantasma que Frida no ignoraba sin duda, pero que difícilmente podía ser del gusto del comprador del cuadro y que razonablemente no se podía regalar a una madre.
Frida había pintado el dolor como tantas veces hizo en sus autorretratos.
Fuente:
Frida Kahlo de Rauda Jamis;maixmail.com

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1 comentarios:

Anonymous Anónimo ha dicho...

Frida hablaba otro lenguaje , el suyo propio , forjado desde el dolor y las "causalidades" de su vida accidentada y llena de amor.
Tenía ese ojo interno que le permitía ver y plasmar luego lo que muchos no se atrevian o ni siquiera veían. Me ha encantado todo lo que has escrito sobre este cuadro.

12:50 p. m.  

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